El edificio de la CEPAL (1966): un hito para comprender la arquitectura moderna en Chile

La CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) es un organismo de las Naciones Unidas, cuya sede principal fue edificada en Santiago el año 1966. Para comprender la relevancia de este edificio dentro de la historia de la arquitectura moderna en Chile, y antes de describir la obra en sí misma, resulta imprescindible analizar primero el contexto en el que surge.
En las primeras décadas del siglo XX, al alero de una serie de cambios sociales, políticos y económicos, la modernidad comenzó a sentar sus bases en Chile como el símbolo de una nueva sociedad en vías de desarrollo (Aguirre, 2008). La producción de nuevas tecnologías en torno a los procesos industriales significó para la arquitectura una expansión del horizonte proyectual, reflejado en una nueva era de experimentación e innovación de la arquitectura local.

©Diego Baloian
En este escenario, antecediendo a la CEPAL y a otras obras modernas en Santiago, aparece el edificio Oberpaur, diseñado por Sergio Larraín y Jorge Arteaga, cuya construcción fue realizada el año 1929 en pleno centro de Santiago. Con una marcada influencia del proyecto de Erich Mendelsohn para los Almacenes Schocken en Stuttgart (1928), esta edificación de carácter comercial, es considerada como la primera obra moderna en Chile. Su diseño es un claro reflejo de esta etapa temprana de la arquitectura moderna en el país, centrada en el estudio y experimentación en torno a los nuevos postulados y métodos constructivos importados desde la escuela alemana de la Bauhaus.
Veinte años después del Oberpaur, el año 1949, en la antigua Facultad de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile (UC), en ese entonces ubicada en el centro de la capital chilena, se realiza la conocida “Quema de los tratados de Vignola”. En un acto cargado de simbolismo, los jóvenes estudiantes declaran un alejamiento sin retorno de los antiguos cánones clásicos de la Escuela de Bellas Artes en Paris, instaurándose la Modernidad como el nuevo eje educativo que regiría a las escuelas de arquitectura chilenas.
Este tránsito teórico hacia la modernidad se cristaliza en gran medida con la apertura de la escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, y con el cambio de sede de la escuela de arquitectura de la UC al Campus de Lo Contador. En este proceso, la arquitectura chilena comenzó a articular una nueva propuesta de apropiación de lo moderno, que encarnase de manera crítica los nuevos principios internacionales, dando lugar a una modernidad en sintonía con el contexto territorial y con las manifestaciones culturales locales.

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Fue así como surge la figura de Emilio Duhart (1917-2006), arquitecto chileno de padres vasco-franceses, nacido en Temuco. Duhart, quien fuera alumno de Walter Gropius en Harvard entre 1942 y 1943, emerge profesionalmente en torno al estudio y aplicación de los principios modernos, los cuales son puestos en práctica en una primera alianza junto a Sergio Larraín y luego, el año 1952, trabajando junto a Le Corbusier para el desarrollo de la ciudad de Chandigarh en India.
Posterior a esta etapa de propagación de la modernidad a nivel global y local, y seguido de lo iniciado por el edificio Oberpaur, el año 1962 se abre el concurso para diseñar la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). El encargo fue parte de un conjunto de edificios construidos por las Naciones Unidas en una misma década, junto con las sedes en Nueva York y Paris (Plaut y Sarovic, 2012). Todos estos edificios estaban destinados a encarnar los nuevos valores del humanismo del siglo XX, basados en la búsqueda de la convivencia pacífica entre naciones y de una mayor justicia social, proyectándose como símbolos de la modernidad post-guerra en Occidente.

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De un total de 40 propuestas evaluadas por el jurado del concurso, el primer lugar fue finalmente adjudicado al proyecto presentado por Emilio Duhart, en colaboración con Roberto Goycolea, Christian de Groote y Óscar Santelices. La obra, construida el año 1966, contiene una de sus mayores referencias en el Palacio de la Asamblea de Chandigarh, en India, y se consolidó como una de las expresiones más representativas de la nueva búsqueda identitaria del Movimiento Moderno en Chile.
Como un hito arquitectónico y político, la CEPAL fue concebida con miras hacia el desarrollo socioeconómico de Latinoamérica. Esta noción regionalista en base a identidades y desafíos comunes, fue abordada por Emilio Duhart y su equipo desde la idea de la «Casa de América Latina». Un punto de encuentro que estuviera, según palabras de Duhart, “en consonancia con el espacio de Santiago, con su valle y su cordillera, con su tierra, su clima y su flora, con el temperamento de sus gentes. Un Palacio expresado geométricamente frente a la complejidad cósmica de los Andes, con la sobriedad propia del país” (Duhart, 1966).
Esta aproximación conceptual se despliega desde el emplazamiento de la obra hasta su gestación formal. El edificio, ubicado en la zona nor-oriente de Santiago, se emplaza en un terreno de 4 hectáreas, en la ribera sur del río Mapocho. Dentro del terreno, el edificio es antecedido por una explanada que contiene un gran estanque oval, presentando el cerro Manquehue como telón de fondo, y generando así una perspectiva del volumen inserto en su contexto geográfico.

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La obra emerge definiendo un muro perimetral construido con gravas y arenas de la ribera del Mapocho, rememorando los antiguos tajamares construidos en el siglo XVIII para contener y encauzar las aguas del río. Este murete funciona como un gran zócalo que se abre en determinadas secciones a modo de diafragmas que enmarcan la mirada hacia el río y los cerros aledaños.
El edificio está conformado por un anillo cuadrangular, de 95 metros por lado, concebido como un gran pabellón de oficinas, a la vez que da forma a un patio interior de 66 x 66 metros, rememorando el prototipo de la casa colonial del valle central chileno (Duhart, 1966). La medida de la planta además hace mención a la manzana del casco histórico de Santiago, siendo parte de un conjunto de decisiones de carácter simbólico. El anillo es un cuerpo suspendido sobre el piso zócalo, que cuelga de una estructura de viguetas post-tensadas, que luego se conectan con 4 vigas maestras dispuestas perimetralmente, las que a su vez están sustentadas por 28 columnas piramidales e independientes del volumen de oficinas. De las vigas maestras se desprenden tirantes de acero, los cuales sostienen la estructura del piso de oficinas, permitiendo una gran flexibilidad programática a la vez que se reduce el impacto de los movimientos sísmicos.
Del anillo perimetral se despliegan 4 puentes interconectados en torno a 2 volúmenes emplazados en el patio interior, a la vez que conforman 4 patios representativos de los diversos paisajes geográficos de Chile. Estos 2 volúmenes son el núcleo, concebido como el cuerpo que articula todo el programa del edificio, y el caracol, que contiene la sala de conferencias de las Naciones Unidas. Éste último, de planta circular, simboliza la igualdad entre las naciones latinoamericanas y, en su exterior, el volumen es rodeado por una escalera en forma de espiral, que en su recorrido presenta una serie de inscripciones en el muro de concreto, rindiendo homenaje a las culturas indígenas del continente americano. El recorrido del caracol remata en un mirador que revela la dimensión continental del paisaje circundante, flanqueado al oriente por la cordillera de los Andes.

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El acceso principal al edificio, ubicado en la fachada sur, es coronado por una “teja invertida” y hecha en hormigón, volviendo a hacer alusión a los elementos característicos de la arquitectura tradicional chilena. Al costado del acceso encontramos un homenaje a todos los trabajadores que participaron en la construcción de la obra, con sus manos estampadas en el murete de concreto.
A través del uso del hormigón expuesto en una horizontalidad casi monolítica, la CEPAL presenta un carácter sobrio y de rasgos monumentales, pero también de cierta hermeticidad. Emilio Duhart al respecto mencionó que la propuesta: «es consonante con el temperamento profundo de la América Latina, con su reserva y austeridad, que no son sinónimo de pobreza sino tal vez de la conciencia, de que existen enormes fuerzas contenidas, no entregadas aún, pero que se dan como potencialidad y promesa» (Duhart, 1966)

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De lo anterior comprendemos que la propuesta buscó encarnar formalmente una representación de la idiosincrasia local, con sus rasgos socioculturales más profundos, expresados desde una pieza con una fuerte “irradiación escultórica” (Duhart, 1966). Con esta expresión, Duhart aludía a la capacidad del edificio de trascender más allá de su función institucional y afirmarse también como un artefacto discursivo, cuya presencia monumental dialoga con el paisaje y proyecta un significado cultural más amplio.
La síntesis lograda entre los aspectos funcionales y significantes fue reconocida como un elemento decisivo en la adjudicación del proyecto por parte del jurado de las Naciones Unidas, que, mediante sus encargos arquitectónicos, aspiraba a materializar principios en torno al reconocimiento intercultural y la cooperación entre naciones, confiriendo a la obra un carácter representativo más allá de su programa específico.

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El carácter simbólico del edificio, sumado a su aproximación experimental en el ámbito constructivo, sitúan a la CEPAL dentro de un conjunto selecto de obras sudamericanas que consolidaron la exploración del movimiento moderno en claves locales. En este sentido, la obra de Duhart no solo participa de la difusión continental del movimiento moderno, sino que también encarna su complejidad inherente al articular innovación técnica con significados culturales profundamente enraizados.

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El año 1977 Emilio Duhart fue condecorado con el Premio Nacional de Arquitectura. En dicha instancia y, en referencia al florecimiento de la arquitectura moderna en Chile, menciona:
“Juntando esfuerzos con Sergio Larrain G. M. intentábamos entonces con bastante dificultad desarrollar en Chile una expresión arquitectural contemporánea. Éramos muy pocos, unidos por una gran solidaridad” (Duhart, 1977)

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La CEPAL, considerada para entonces como una de sus obras paradigmáticas, se erige hasta la actualidad como un punto de referencia al momento de poner en perspectiva el advenimiento, desarrollo y maduración del pensamiento arquitectónico moderno en Chile. El valor de este edificio trasciende la dimensión estética o formal, pues encarna un ensamblaje entre la modernidad internacional y las referencias culturales del lugar en donde se emplaza, constituyendo un testimonio del esfuerzo por dotar de identidad local a los lenguajes modernos. En la actualidad, la CEPAL no solo representa un ícono de la arquitectura del siglo XX en Chile, sino también un objeto de estudio fundamental para reflexionar sobre la singularidad del patrimonio moderno en América Latina.

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Texto: Diego Baloian, MASSANTIAGO
Aguirre G., M. (2008). Para una historia de la difusa arquitectura moderna en Chile. Revista De Arquitectura, 14(17), Pág. 12–17. https://doi.org/10.5354/0719-5427.2008.28174
Plaut, J., & Sarovic, M. (2012). CEPAL 1962-1966: United Nations Building, Emilio Duhart Arquitecto. Constructo.
Duhart, E. (1977). Discurso en el Colegio de Arquitectos de Chile. [Documento]. Archivo de Originales FADEU, Biblioteca Lo Contador, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Duhart, E. (1966). Edificio de Las Naciones Unidas en Vitacura. Auca: Arquitectura Urbanismo Construcción Arte, (3), pp. 29–48. Recuperado a partir de https://revistaauca.uchile.cl/index.php/AUCA/article/view/57448